Esta mañana, leyendo la Epístola del Apóstol Pablo a los Romanos, que se encuentra en el más grande libro que jamás ser humano haya leído (la Biblia), partí de una de las grandes verdades del primer capítulo para perseguir a cierto personaje. Luego vi que este personaje necesita comprender esa verdad. Por su dureza de corazón se le va a hacer duro aceptar… te comparto el comienzo de este desarrollo; es nada más que una idea un poco alargada, cuando encuentre el camino de la historia (si es que lo encuentro) la comparto entera.
“No tienes excusa. Dios se ha hecho evidente: tanto en tu propia consciencia como en las maravillosas obras de la creación, se muestran claramente Sus atributos invisibles, Su gran poder y la realidad palpable de Su existencia. Suficiente para que reconozcas que es a Él a quien debes la honra y la acción de gracias”. Después de escuchar en sueños estas palabras, despertó sacudiéndose la fila de hormigas que trotaba en línea sobre su brazo. Le había cogido la noche en medio de quién sabe dónde. Tal vez era un bosque, un pantano, un pastizal. Miró a todos lados pensando en continuar con su viaje, sin saber qué dirección tomar. Su mente estaba muy despierta, las palabras del sueño volvían a repetirse como una melodía en su cabeza. Pasó ligeramente la lengua por sus labios ásperos. Pensó: «cuánto tiempo llevo aquí».
Habían pasado tres días desde que el autobús turístico fue asaltado por una tribu, tal vez caníbales, o simplemente gente que había decidido vivir de los recursos naturales sin ser procesados por hombres ambiciosos. La existencia de esta tribu, hasta ahora, era desconocida. ¿Era él un turista, o, era uno de los miembros de esa tribu?: sus ropas estaban despedazadas. Tenía la sensación de saber lo que debía hacer, pero no había sido doblegado lo suficiente como para hacer caso a ese profundo sentir en su interior.