Tú estás aquí y yo contigo

Para qué buscar entender esto, querida mía;
blanca lucesita de mi alma.
Suspiro que se me escapa
después de una larga jornada.
Cielito de un azul inesperado.

Te rodeo con mis brazos si hace frío,
tú te recuestas de mi hombro.
Caminamos de la mano,
y el mundo se hace tan pequeño.
Las hojas caen más despacio,
el desierto se hace una vereda
que ilumina un vivo jardín.

Y para qué buscarle sentido a todo esto.

Tú estás aquí y yo contigo;
eso es lo que importa.
Si alguien le quiere poner alguna etiqueta
y llamarle amor (o como quieran llamarle), 
pues que así sea; 
a mí me da lo mismo.

El pasillo de hotel

Cuando llegó Claudia, que había salido a comprar algunas cosas que íbamos a necesitar durante los días que estuviéramos allí, yo había estado pensando en cómo había ocurrido todo. Ella había insistido en que compartiéramos la habitación del hotel, y yo estuve de acuerdo. Nunca fuimos gente de mantener discusiones acaloradas, ni de dormir en habitaciones separadas.

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Voy a sembrar un arbolito

Voy a sembrar un arbolito
para que Juntos lo veamos crecer.
Cuando se arraigue en tierra firme
y nosotros.
Cuando crezca y se haga fuerte
y nosotros.
Cuando atraviese sus estaciones
y nosotros.
Cuando soporte las tempestades
y nosotros;
Juntos lo veremos crecer
y Juntos lo veremos dar frutos.

Expectativas desconocidas

Nos queremos demasiado, sí, nos queremos mucho. Aunque a veces parece que ella no entiende todo ese cariño, o que no le sea del todo suficiente. No ha dicho palabra alguna, es por la miradita esa que se le escapa de tanto en tanto, tan inquieta; es como si esperase algo más, no sé; o alguna cosa diferente, o tal vez a algún otro que no sea yo. Porque después de haber hecho esto y lo otro, y de habernos querido tanto, hasta el agotamiento, nos encontramos siempre ahí, como suspendidos, como errantes, en esa mirada de ella.

Una mirada que dice muy poco: una mirada casi desconocida; lejana. Una mirada desparramada en el horizonte; o hacia arriba, extraviada, como una estrella de esas fugases, destinadas a ningún lugar. Una mirada que pretende, a mi entender, ser interpretada, y que tal vez espera de mí lo que para mí es aún desconocido.

No sé, uno se cansa, tú sabes, o se agobia de tanta tristeza por no saber… las campanitas del balcón, el café por la tarde; las pláticas, las risas y el jazz; un buen ambiente. La pasamos tan bien. Y parece como si todo estuviera bien, pero de nuevo eso, la mirada de ella: desparramada y extraviada, y todo eso.

Es como me siento, me siento tan desarmado, tan como nada. Es como volver a vivir el mismo lamentable episodio una y otra vez; es como nunca darle al blanco. Al principio te sientes como si le has dado al blanco, y te sientes tan feliz, para después darte cuenta de que aun lo que pensaste ser no fue suficiente.

En silencio

Le pregunta si la ama,
No como dudando, sino,
Como necesitando escuchar palabras como esas.
En silencio la toma de la mano...
El cielo está claro;
Despejado, alto y claro.
Y la noche está en silencio
Como él...
Como el amor, en silencio.
Él la abraza, y la escucha.
Ella lo siente, y lo sabe;
que está ahí para ella.
Y de vez en cuando, procurando no sonar habitual,
Él le dice que la ama,
Ella necesita también escucharlo.