La oficina estaba desbordada de correspondencia, el aire invadido por un dulce aroma entre manuscritos y café. Con el tiempo se vio en la necesidad de dividir su calendario de lecturas entre sus viejos libros y las cartas de sus tan amados lectores.
Pero aquella sublime carta removió de raíz su rutina, renovó su dirección de pensamiento y perfumó con delicadeza su escritura. Sigue leyendo «La carta»