Sé que ha pasado el tiempo,
y que hemos cometido el error de la distancia:
esa distancia del afecto cariñoso.
Pues compartimos cada noche la misma sábana
y es más intenso el frío adentro que afuera.
Somos semejantes a compañeros de cuarto:
cada cual anda por su propio mundo;
distantes y confusos…
A veces tropezamos en el baño,
a veces en la cocina;
«con el permiso», me dices.
Nuestro jardín ya no da flores,
las mariposas ya no están.
Pero es mi culpa, sí, mi culpa;
soy el responsable de toda esta tragedia…
¿Será posible revivir esta mortandad,
reducir esta distancia;
volver a encender la llama que hoy ahogan enormes rastros de cenizas?