El pasillo de hotel

Cuando llegó Claudia, que había salido a comprar algunas cosas que íbamos a necesitar durante los días que estuviéramos allí, yo había estado pensando en cómo había ocurrido todo. Ella había insistido en que compartiéramos la habitación del hotel, y yo estuve de acuerdo. Nunca fuimos gente de mantener discusiones acaloradas, ni de dormir en habitaciones separadas.

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Expectativas desconocidas

Nos queremos demasiado, sí, nos queremos mucho. Aunque a veces parece que ella no entiende todo ese cariño, o que no le sea del todo suficiente. No ha dicho palabra alguna, es por la miradita esa que se le escapa de tanto en tanto, tan inquieta; es como si esperase algo más, no sé; o alguna cosa diferente, o tal vez a algún otro que no sea yo. Porque después de haber hecho esto y lo otro, y de habernos querido tanto, hasta el agotamiento, nos encontramos siempre ahí, como suspendidos, como errantes, en esa mirada de ella.

Una mirada que dice muy poco: una mirada casi desconocida; lejana. Una mirada desparramada en el horizonte; o hacia arriba, extraviada, como una estrella de esas fugases, destinadas a ningún lugar. Una mirada que pretende, a mi entender, ser interpretada, y que tal vez espera de mí lo que para mí es aún desconocido.

No sé, uno se cansa, tú sabes, o se agobia de tanta tristeza por no saber… las campanitas del balcón, el café por la tarde; las pláticas, las risas y el jazz; un buen ambiente. La pasamos tan bien. Y parece como si todo estuviera bien, pero de nuevo eso, la mirada de ella: desparramada y extraviada, y todo eso.

Es como me siento, me siento tan desarmado, tan como nada. Es como volver a vivir el mismo lamentable episodio una y otra vez; es como nunca darle al blanco. Al principio te sientes como si le has dado al blanco, y te sientes tan feliz, para después darte cuenta de que aun lo que pensaste ser no fue suficiente.

Los residuos de ti

Me dejas, para mi mal,
con el eco de tu adiós
y con el rastro de tu perfume
que entra sin aviso
con el viento de la tarde.
Olvidaste llevarte tus pisadas de la terraza
y tus tazas con florecitas de la alacena. Sigue leyendo «Los residuos de ti»