El Sr. Fastidio

Ninguno de los que allí estuvo podrá olvidar la horripilante manera en que el Sr. Fastidio acabó sus días en la tierra. Los más cercanos a él habían hecho un pacto entre ellos con el propósito de soportarlo a pesar de su constante quejadera, su actitud siempre pesimista y su increíble capacidad de andar señalando las faltas de los demás. 

Había algo raro en el Sr. Fastidio que la gente del pueblo comenzó a notar: la cabeza se le acrecentaba como un globo en inflación, y las extremidades provocaban asco o terror por un anormal crecimiento. A pesar de que se quejaba de dolores de cabeza y de palpitaciones como martillazos en el pecho, se negaba a recibir atención médica, por lo costosa que le resultaba.

Estar cerca de él era una agotadora, y hasta espeluznante, experiencia. La gente del pueblo lo veía caminando por la acera, y cruzaban la calle o se metían por los callejones con tal de no escuchar su cantaleta pesimista. Escucharlo era doloroso: después de varios minutos te sentías cansado, hasta angustiado. Los efectos de exponerte a su balbuceo egoísta te duraban hasta la hora de dormir, y resultaban en un insomnio de varias noches o, lo mínimo, en terribles pesadillas.

Durante una de las fiestas anuales en que el pueblo conmemora sus comienzos, el Sr. Fastidio tomó la palabra. Con un piquete de arrogancia comenzó a hablar de sus grandes aportaciones a través de los años, de lo poco que algunos habían añadido al enriquecimiento del pueblo y de la deficiencia de los gobernantes en cumplir su tarea. “… y no esperen que las cosas mejoren, porque no lo harán. ”, concluyó, tosiendo saliva y sangre. 

Desde el más pequeño hasta el anciano, boquiabiertos, le prestaron atención. Pero no por lo que decía, sino por como se veía. Parecía una olla de presión hirviendo: su cabeza se había inflado tanto que hasta humo salía por sus oídos. Sus ojos brotados. Sus extremidades lucían espantosas ya de tanto hincharse por la rapidez y la fuerza con que su corazón se estremecía; como si su propio cuerpo se hubiera hastiado de cargar con él. ¿Qué pasó después?  Eso lo testifican mejor aquellos que no pudieron esquivar los pedazos del pobre Sr. Fastidio.

Estado del paciente

Síntomas: desvarío, sueños sin sentido aparente; maripositas y conejitos, etc.
Posible causa: Sobredosis de Literatura (demasiada ficción).
Tipo de narcóticos: una extensa novela (sin mención de nombres por asuntos editoriales, etc.), incesante repetición de unos cuantos relatos cortos; escritura a puño y letra en las paredes entre dormido y despierto; mucho café con leche.

*El médico recomienda, no manda, sino que recomienda abandonar la literatura y el café, o el paciente acabará perdiendo por completo la cordura.

Leyendo y escuchando literatura

El que escribe sabe que debe leer mucho (y leer de todo); hoy tenemos la ventaja de que podemos escuchar cuentos narrados (o cualquier tipo de audio libro) mientras estamos haciendo otras cosas (momentos en que lamentablemente no podemos estar tranquilos y rebosando del sano y delicioso ocio que es la lectura).

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Un cambio de ambiente

Hoy es 25 de agosto, son las 4:40 am (fecha en que escribí esta entrada). Ayer estuve ocupado con muchas cosas (necesarias e importantes) y no tomé el tiempo de sentarme a escribirte; ahora lo hago.

Una de las cosas que sí pude hacer (y siempre lo disfruto demasiado) fue dar una caminata por el parque, cerca del camino que recorre el río (esto me recuerda un verso de Horacio Quiroga, del cual Borges hace mención en una conferencia sobre la poesía, que dice, «Un viento frío sopla del lado del río«). Esta vez (el río) no gozaba de la misma calma de siempre; había llovido toda la noche anterior y el río se veía enojado (la impresión que me causó me llevó a escribir este poema: ⇾ Crecida).

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Tres relatos

-Los asuntos de los relatos se dan mientras escribo-

Hoy es 24 de agosto, son las 7:00 am (hoy no trabajo afuera), y sigo con la escritura a mi diario.

Llevo varias semanas siguiéndole el hilo a tres relatos (que voy escribiendo) a la misma vez. Son de esos relatos que sabes de repente que tienen un desarrollo un poco más largo, que no son simplemente un microrrelato. Muy por dentro hay un parecido entre ellos, aunque tratan temas diferentes. Los temas se me dan mientras escribo. Cuando escribo partiendo con un tema fijado en mente es por requisito de algún concurso literario.

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