Ni siquiera pensó en ver el asunto como un negocio, porque no buscó forjar una necesidad superflua en el incauto como se suele hacer, sino en proveer para una verdadera necesidad. Su propósito al intentar venderlas era al menos recuperar lo invertido para seguir haciendo lámparas. Era tan chocante para él el hecho de que la gente mostraba no advertir que cada vez la oscuridad era más densa, hasta hacerse inevitable tropezar, caer y en muchas ocasiones encontrar la muerte.
Al no haber conseguido a un solo comprador, porque la gente se escondía al verlo venir desde lejos con sus lámparas, comenzó a ofrecerlas sin costo alguno. Algunos aceptaron el regalo con mucho entusiasmo pero las lámparas terminaron decorando los muebles de sus casas en medio de la oscuridad. Otro grupo de personas se hicieron conscientes de su necesidad y le dieron el uso correcto, pero permaneciendo apartados y creando una nueva sociedad, levantaron muros alrededor manteniendo para ellos el efecto de las lámparas.