La hilera de un sueño

Florecitas plantadas en un verde tiesto,
como el musgo, que crece,
por la humedad de la constante lluvia
y la lenta soledad del tiempo.

Como el caracol, que se arrastra sin prisa,
y no es que carezca de impaciencia,
pues está condenado a echarse el tiempo
sobre su concha.

El día declina
como hombre que se agacha
y se acomoda sobre su lecho,
aunque no de muerte aún,
sino de un cansancio
que el tiempo le arrebata.

Como ladrón oscurecido en la sombra,
que con garras de bestia
violenta el espacio
que un otro pensó muy suyo.
¿Por cuánto tiempo?

Tú estás aquí y yo contigo

Para qué buscar entender esto, querida mía;
blanca lucesita de mi alma.
Suspiro que se me escapa
después de una larga jornada.
Cielito de un azul inesperado.

Te rodeo con mis brazos si hace frío,
tú te recuestas de mi hombro.
Caminamos de la mano,
y el mundo se hace tan pequeño.
Las hojas caen más despacio,
el desierto se hace una vereda
que ilumina un vivo jardín.

Y para qué buscarle sentido a todo esto.

Tú estás aquí y yo contigo;
eso es lo que importa.
Si alguien le quiere poner alguna etiqueta
y llamarle amor (o como quieran llamarle), 
pues que así sea; 
a mí me da lo mismo.

El pasillo de hotel

Cuando llegó Claudia, que había salido a comprar algunas cosas que íbamos a necesitar durante los días que estuviéramos allí, yo había estado pensando en cómo había ocurrido todo. Ella había insistido en que compartiéramos la habitación del hotel, y yo estuve de acuerdo. Nunca fuimos gente de mantener discusiones acaloradas, ni de dormir en habitaciones separadas.

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La llave de tu corazón

Me diste la llave de un corazón,
pero este corazón está maltrecho.
¿Estás segura? ¿Es este tu corazón?

Pensé que bromeabas.

Tu sonrisa es perfecta;
tu mirada alegre
y todo lo que tocas parece embellecer.

¿Quién fue capaz...?, pienso;
pero mejor hago silencio.
¿No he hecho yo pedazos algún otro corazón?

No me des tu corazón, no sé qué hacer.
Sé que no esperas que lo restaure,
te escuché decirlo. Pero...

¡Hombres de manos torpes, insensibles!, pensé;
pero mejor hago silencio.
¿No he sido torpe yo con algún otro corazón?

Un cambio de ambiente

Hoy es 25 de agosto, son las 4:40 am (fecha en que escribí esta entrada). Ayer estuve ocupado con muchas cosas (necesarias e importantes) y no tomé el tiempo de sentarme a escribirte; ahora lo hago.

Una de las cosas que sí pude hacer (y siempre lo disfruto demasiado) fue dar una caminata por el parque, cerca del camino que recorre el río (esto me recuerda un verso de Horacio Quiroga, del cual Borges hace mención en una conferencia sobre la poesía, que dice, «Un viento frío sopla del lado del río«). Esta vez (el río) no gozaba de la misma calma de siempre; había llovido toda la noche anterior y el río se veía enojado (la impresión que me causó me llevó a escribir este poema: ⇾ Crecida).

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